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40 ANIVERSARIO DE ENVÍO DE VOLUNTARIOS JICA AL PERÚ

Entrevista conmemorando el 40 aniversario Vol. 10 Srta. Mariko HAYASHI

La Oficina de JICA Perú entrevistó a los ex voluntarios por la "Conmemoración de los 40 años de envío de voluntarios JICA en el Perú"

Nombre: HAYASHI, Mariko
Lugar de actividad: Lima
Contraparte: Hogar Emmanuel
Especialidad: Actividades Juveniles
Período de actividad: de marzo de 2008 a marzo de 2010

1. ¿Cuál fue su impresión del Perú?

Luego de llegar a Lima, subí al automóvil de JICA y salimos del aeropuerto. Durante la espera del semáforo en un cruce, una niña de unos diez años con un bebé en la espalda, llamó con unos golpecitos a la ventana del auto. Cuando vi frente a mis ojos una imagen de mendicidad que nunca vería viviendo en Japón, sentí la realidad: "Claramente, he llegado a un país muy distinto a Japón".

La ciudad capital de Lima tiene áreas verdes bien cuidadas, mucha gente de la clase adinerada, supermercados y centros comerciales y también gran variedad de elegantes restaurantes. Mientras que, de otro lado, en las afueras de Lima, donde me habían destacado, se alineaban casas sin techo siquiera, sobre un extenso desierto, es decir, era lo que se llama un "barrio pobre". Con solo ir una hora en auto, ya se podía sentir la brecha entre ricos y pobres.

La comida en la casa de la familia donde permanecí como entrenamiento en el idioma español y en los restaurantes de Lima era muy rica, del gusto del paladar japonés. (Pero en mi centro de trabajo, las comidas eran "cantidad antes que calidad" y prácticamente todos los días se trataba de arroz con algún guiso de papas. En el medio año que comí a diario con los niños en pleno crecimiento, mi peso se disparó…)

El lugar donde me asignaron era una institución fundada por descendientes de japoneses, nikkei, y la Asociación Peruano Japonesa, por eso tuve también mucho trato con los nikkei. Así pude notar el orgullo que sentían de ser descendientes de japoneses y su fuerte voluntad de transmitir la cultura japonesa. Además, amablemente se preocupaban por mí, y en los días de descanso me invitaban a sus casas, como un miembro de la familia.

El personal del Hogar y los vecinos peruanos, aunque el dinero fuera escaso, solían decir "vamos a compartir" y me pasaban la voz para compartir algunos pocos dulces; hubo muchas ocasiones que me hicieron sentir que realmente tenían un gran corazón.

De otro lado, alrededor del Hogar vivían muchas personas forzadas a vivir en situación de pobreza y si bien puede decirse que fue descuido mío, también es cierto que fui víctima de hurtos y de robos, trataron de engañarme para robarme dinero, y otras situaciones que me impactaron.

2. Cuéntenos sobre las actividades realizadas

Me asignaron al Hogar Emmanuel, administrado por la Asociación Emmanuel. En el Hogar vivían 40 niños con edades de 2 a 19 años. La institución fue fundada por la Asociación Peruano Japonesa, pero era manejada en el sitio por religiosas peruanas y otras personas que no tenían muchos conocimientos sobre la educación y protección de niños. Por eso, solicitaron el apoyo para enseñar a los niños a través de su vida cotidiana y el estudio, la importancia de la honestidad y del trabajo y fui enviada en base a su pedido. En el Hogar pensaba dividir a los niños en cuatro grupos según la edad y el sexo, y realizar las actividades en coordinación con el personal que los atendía. Sin embargo, en la práctica, el personal no tenía tiempo para intentar cosas nuevas, por lo tanto, en muchos casos tenía que ir resolviendo por cuenta propia las necesidades que encontraba en mi trato directo con los niños.

Una de las actividades que recuerdo con mucho cariño es cuando escogimos una canción japonesa ("Una flor única en el mundo") y con los niños, la tradujimos al español y la cantamos en los dos idiomas. Cuando recibíamos visitantes de Japón, naturalmente la cantábamos, y hubo ocasiones que en los eventos escolares los propios niños se paraban en el escenario frente a toda la escuela y la cantaban. Además, aún después de que terminó mi asignación, los niños recordaron esta canción durante mucho tiempo y en la época en que estaba mi sucesora de dos períodos después, la cantaron en la ceremonia para los visitantes de la Casa Imperial japonesa, recuerdo que me dio mucha alegría cuando me lo contaron.

En mi caso, en lugar de quedarme en la habitación que me había preparado la institución, fuera de las instalaciones, decidí quedarme a vivir dentro del Hogar, motivada por el deseo de profundizar mi relación con los niños, y durante los dos años de mi asignación, elegí vivir con ellos como una familia, compartiendo literalmente techo y comida. Como resultado, construimos una conexión emocional naturalmente, y además creo que sirvió como oportunidad para que conozcan la importancia de respetar "lo diferente", ya sea cultura, religión o valores. Además, creo que, dentro de la convivencia diaria, logré transmitirles un poco las cosas que normalmente aprenderían si vivieran en un ambiente familiar, viendo a los padres y hermanos, (no mentir, decir "gracias" y "perdón", el valor del trabajo, etc.).

Cuando recién llegué, los niños además de hacer sus tareas, pasaban muchas horas limpiando, lavando la ropa, etc., dentro del Hogar. Entonces pensé que sería bueno que aprendieran algunas habilidades que les sirvan para el futuro, y luego de ponerme de acuerdo con el personal, planifiqué clases de inglés y de danza dentro de sus horarios diarios y comenzamos. Pero ellos, que eran muy relajados con la hora (no solo los niños sino también los adultos), sólo se reunieron puntualmente unas dos o tres veces y después de eso las clases mismas se fueron disolviendo y desaparecieron. Me di cuenta después que eso pasó porque no todo el personal había estado de acuerdo, sino que había aceptado sin estar muy convencidos en el fondo. Fue un hecho que me hizo reflexionar, todo había pasado por mi apuro de hacer alguna actividad pronto, antes de comprender bien cuál era el estado real de las cosas.

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Foto 1. Un mundo completamente diferente al área central de Lima, un "planeta de arena" cubierto por el desierto. Al comienzo me impactó, pero después de unos meses, se convirtió por completo en "mi hogar".


3. ¿De qué manera influyó o influye actualmente en usted la experiencia como voluntario JICA en el Perú?

Gracias a que pude participar manteniendo mi trabajo original, una semana después de volver, me reincorporé a mi puesto. Medio año después me trasladaron del área encargada de publicidad y relaciones públicas, al de promoción de ventas en el exterior, y quedé a cargo de las ventas en las regiones emergentes como Sudamérica y el Sudeste Asiático. Para los viajes de estadía larga en Brasil necesitaba estudiar portugués, pero como en la capacitación previa a mi asignación, en el centro de entrenamiento de JICA, ya había comprobado que "puedo aprender conversación diaria en dos meses", logré afrontar sin ninguna duda este nuevo paso.

De otro lado, frente a tareas que a simple vista pareciera: "no, eso es muy difícil para mí", pensaba en los dos años en que pasé muchos momentos duros en Perú y sentía "¡no hay nada que yo no pueda superar!", y siempre estoy dispuesta a enfrentar cualquier reto por difícil que parezca. (Los niños del Hogar, no solo son huérfanos, sino que hay muchos cuyos padres están vivos, pero han sido abandonados. Conviviendo con estos niños que ni por asomo podría decir que viven "una vida feliz", honestamente, uno también pasa muchos momentos duros).

En cuanto a mi trabajo, para visitar los países de Sudamérica y desarrollar nuevos clientes, me ha servido muchísimo haber experimentado y conocer las costumbres y hábitos comerciales de Sudamérica, diferentes a los de Japón (o de los negocios en otros países desarrollados). No se trata de imponer la forma de los japoneses, sino de dar más importancia a explicar hasta que el interlocutor esté convencido y obtengamos su comprensión, cosa que no hubiera podido lograr sin la experiencia en el Perú y creo que ha habido muchos casos así.

4. Envíenos un mensaje para los actuales voluntarios en el Perú.

Por influencia del coronavirus, entiendo que hay muchos de ustedes han tenido que regresar a Japón y no pueden hacer sus actividades como hubieran querido. Sin embargo, mientras estaban en el Perú durante su período, ¿no pasaba todos los días que "No pueden (podían) hacer sus actividades como hubieran querido"?

Creo que una de las fortalezas de los voluntarios es que no se dejan vencer por las situaciones adversas y ante cualquier cambio en el entorno o en las condiciones, responden con flexibilidad y siguen adelante. Estoy segura de que algún día esa experiencia les servirá en su vida futura. Sé que ahora están pasando un momento muy difícil y frustrante, pero por favor resistan, sin perder de vista sus metas y sus convicciones.

(En los momentos más duros, creo que no debemos preocuparnos demasiado y aprender de los peruanos, siempre optimistas: "todo va a salir bien"; es algo que tal vez necesitemos los japoneses).

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Foto 2. En el patio del Hogar, con los niños. En el patio, donde cantábamos, jugábamos vóley y la pasábamos juntos. Un ambiente donde los niños la pasaban sonriendo, aunque muchos tuvieran sentimientos complicados en sus corazones.


5. Finalmente, envíenos un mensaje para el pueblo peruano.

Entre los peruanos, hay algunos que dicen "Japón es rico, Perú es pobre". Pienso que la "verdadera riqueza" es "tener muchas opciones para elegir", y durante mi experiencia como voluntaria y luego, a través de los negocios, he podido sentir que más bien el Perú, su cultura y su gente, los peruanos, son los "ricos de verdad". Y creo que esta vivencia le ha dado más color a mi vida, por lo que estoy muy agradecida.

Actualmente paso los días ocupada con la crianza de mis hijos y el trabajo, pero algún día, quiero visitar con mi familia mi segunda tierra, mi amado Perú, para que ellos también sientan su atractivo.

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Foto 3. Una foto del recuerdo, rodeando al padre Kato, lamentablemente ya fallecido. El padre Kato fundó el Hogar con el fuerte deseo de que las niñas y niños que no pueden vivir con sus padres, tengan un futuro mejor.

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